Llevo reflexionando desde hace un tiempo sobre la metodología diagnóstica para cuadros tipo TEA que se llevan a cabo en distintos centros, asociaciones, hospitales [públicos y privados], etc. Una de las escalas más usadas y conocidas en el diagnóstico TEA son el ADOS y el ADI-R. Decir de antemano que considero que es una herramienta muy importante como prueba complementaria y facilita el apoyo diagnóstico a este tipo de cuadros. Pero no hay ninguna prueba psicológica o neuropsicológica [batería, escala, test, etc.] con la que se pueda establecer de forma concluyente, por el hecho de obtener una puntuación “significativa”, la determinación de un Trastorno o Enfermedad incluida en Trastornos del Neurodesarrollo. Ni siquiera el ADOS ni el ADI-R. Y voy a explicar [en mi opinión] por qué, con un ejemplo de uno de los últimos casos que he atendido.

Se trata de un chico diagnosticado desde Psiquiatría como TGD-i [usando la clasificación diagnóstica del DSM-IV]. Aportan informe clínico con las puntuaciones obtenidas en el ADOS en “Comunicación” e “Interacción Social Recíproca”, las cuales superan el “punto de corte” no ya para TEA, sino para Autismo. En cuanto a “Comportamiento estereotipado e Intereses restringidos” no hubo puntuación significativa [no superó el “punto de corte” para TEA]. En el apartado «conclusiones» del informe, un 80% [aproxidamente] hace referencia a las puntuaciones obtenidas, «justificando» gran parte del diagnóstico en base a estas. En la exploración neurocognitiva constaté déficits en las Funciones Ejecutivas, Working Memory, Sistema Inhibitorio, Atención, Cognición Social, Cognición Espacial, Gnosias, Pragmáticos, disprosodia y dispraxia.

Existían unas características hemisféricas derechas muy evidentes que en ningún momento se tuvieron en cuenta. Este es uno de los problemas de que los Trastornos del Neurodesarrollo se aborden por defecto desde la Psiquiatría y Psicología y no desde la Neuropediatría y Neuropsicología: las carencias tan abruptas en las valoraciones y en su posterior filiación. Dejando esto al margen, y recopilando datos clínicos: tenemos un ADOS con una puntuación significativa para TDG-i [ya que no se cumplen los criterios para Síndrome de Asperger, porque no existen comportamientos estereotipados ni intereses restringidos] y con una sintomatología clara hemisférica derecha que cumple los criterios diagnósticos para filiarse como TANV. Por tanto, el ADOS no diferencia una sintomatología propia de un TEA de un TANV, por ejemplo [entre otros].

De esta forma, pienso que es una barbaridad que profesionales de hospitales [públicos y privados], asociaciones, centros, etc., concluyan que por el simple hecho de obtener una puntuación significativa en estas escalas, estamos inequívocamente ante un cuadro TEA. Estas escalas, como cualquier otra, tienen sus carencias y no ser conscientes de ello conllevará a errores conceptuales y clínicos en la realización de diagnósticos.

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José María Valderrama
Neuropsicólogo Pediátrico